Los cánticos, los abrazos y los fuegos artificiales no se hicieron esperar. Apenas Christian Cueva marcó el empate de penal en los descuentos del primer tiempo, el corazón rojo de Cusco estalló en júbilo. La imagen de los hinchas saltando, agitando banderas y coreando el clásico "¡Papá corazón!" recordó las grandes gestas de 2003, cuando Cienciano levantó la Sudamericana.
“Esto es Cusco, esto es Cienciano. ¡Esto no se vive todos los días!”, gritaba un hincha entre lágrimas, mientras otros tocaban tambores, encendían bengalas y mostraban orgullosos la camiseta rojiblanca.
La noche se convirtió en una verdadera fiesta popular. Familias enteras salieron a las calles, los autos hacían sonar sus bocinas y hasta los balcones del Centro Histórico lucieron adornados con los colores del club cusqueño. No era para menos: Cienciano terminó invicto la fase de grupos, sumando 10 puntos y dejando atrás a gigantes como Atlético Mineiro y Caracas.
El equipo dirigido por Carlos Desio resistió con valentía los embates brasileños y supo golpear en el momento justo. Pero más allá del resultado deportivo, el verdadero espectáculo estuvo en las calles del Cusco. Allí, donde late el corazón del Papá.
Hoy, Cusco se levanta con resaca de alegría y con la esperanza encendida. Cienciano está entre los 16 mejores de Sudamérica, y su gente lo celebra como lo que es: un gigante que vuelve a escribir historia.
