Desde su llegada al equipo norteño, Tejada se convirtió en mucho más que un delantero. Era la personificación del coraje en cada partido, la sonrisa contagiosa que iluminaba el vestuario y el líder silencioso que guiaba a sus compañeros en la cancha.
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Sus estadísticas hablan por sí solas: decenas de goles que hicieron vibrar las gradas y encender la pasión de miles de fanáticos. Pero más allá de los números, era su entrega, su garra y su amor por el juego lo que lo hacía único. En cada celebración de gol, se podía sentir la conexión especial que existía entre Tejada y la hinchada, un lazo de cariño y admiración que trascendía las barreras del campo de juego.
Más allá del fútbol
Su paso por el Perú no solo dejó huella en lo deportivo, sino también en lo humano. Tejada era conocido por su humildad, su sencillez y su generosidad fuera de la cancha. Siempre dispuesto a compartir una sonrisa o unas palabras de aliento con sus seguidores, se ganó el respeto y el cariño de todos los que tuvieron el privilegio de conocerlo.
La triste noticia de su fallecimiento estremeció los cimientos del fútbol peruano y panameño. Pero en medio del dolor, surgieron muestras de afecto y homenajes que reflejaron la importancia de su legado. En Chiclayo, el estadio Elías Aguirre se convirtió en un altar improvisado, donde miles de personas se congregaron para despedir a su ídolo con lágrimas en los ojos y cánticos en el corazón.
En Panamá, su patria querida, se declaró duelo nacional y se rindió tributo a su memoria con ceremonias emotivas y actos de reconocimiento. Desde las calles de Ciudad de Panamá hasta los rincones más remotos del país, el nombre de Luis Tejada resonó con fuerza, recordándonos que su legado trasciende fronteras y perdurará por siempre en el alma del fútbol.
Hoy, mientras el sol se oculta en el horizonte y el viento susurra su nombre en el estadio vacío, queda claro que Luis Tejada no solo fue un futbolista excepcional, sino también un ser humano extraordinario que dejó una marca imborrable en el corazón de quienes tuvieron el privilegio de conocerlo. Su paso por Juan Aurich fue mucho más que una etapa en su carrera deportiva; fue un capítulo dorado en la historia del fútbol peruano que nunca será olvidado. Que descanse en paz, eterno goleador, tu legado vivirá por siempre.
